La mutilación del sistema de retiro de maestros pinta de cuerpo entero el inevitable deterioro de un país atollado entre la dependencia que impone un sistema de inferioridad política y la incompetencia de los que lo defienden. El estilo fraudulento de presentación y consideración de la medida (un texto listo desde marzo, pero negado a los maestros, vistas públicas pro forma, Capitolio sitiado por cientos de policías, aprobación en la Cámara sin debate) y la pretensión del gobernador de que los maestros respondan agradecidos ante la legislación que tendrá el efecto de reducir entre $400 y $900 al mes su pensión, evidencian el fracaso de un Estado que no puede proveer para el sostén en la vejez de sus empleados públicos, y manifiesta las consecuencias de someternos, no solamente a los designios de Washington, sino al nuevo colonialismo de Wall Street.
Este atropello se suma a las otras medidas que a lo largo de este primer año del cuatrienio han ensombrecido la vida del país: la entrega del aeropuerto, el desmantelamiento del retiro de empleados de gobierno central, el aumento en el costo del agua, las medidas impositivas, en especial la perniciosa patente nacional, y el cuestionado acuerdo sobre la estructura de precios de la leche. Esta retrahíla de malas noticias espanta, pero no asombra.
Este atropello se suma a las otras medidas que a lo largo de este primer año del cuatrienio han ensombrecido la vida del país: la entrega del aeropuerto, el desmantelamiento del retiro de empleados de gobierno central, el aumento en el costo del agua, las medidas impositivas, en especial la perniciosa patente nacional, y el cuestionado acuerdo sobre la estructura de precios de la leche. Esta retrahíla de malas noticias espanta, pero no asombra.